Andando por el páramo, pude comprobar que sus plantas sólo florecían en presencia del Sol, pudiendo permanecer muchísimo tiempo sin dar señal de crecimiento, latentes, sin aparente actividad hasta que no eran activadas por la luz.
Al otro lado del puente, observé que había plantas que tenían luz propia y florecían con esa luz, aún cuando el Sol se ocultara durante algún tiempo.
Todo puente lleva a algún lugar y éste del
Páramo de Boebán no era diferente.
En esta tarde de febrero, tras la lluvia, iluminado por el Sol, pone en contacto un mundo que se acaba con otro que comienza, una orilla con otra.
En el refugio he construido este talismán que actúa como protector del jardín secreto .
Todos sus elementos: el oro, la piedra del rayo, las plumas del ave de la noche y el dia, la cuerda que lo une todo o el caracol de los caminos crecientes aunan en él sus propiedades.
Estos días he estado en la Colina de los atardeceres, que es mi lugar refugio por estas tierras, allí mis pensamientos se condensan como las nubes que veo a través de la ventana, fraguando muchas de mis ideas. En este lugar dispongo de todo lo necesario y no hay nada superfluo.